Aprendiendo y disfrutando en comunidad en el valle del Jerte
A fines de agosto tuve la fortuna de ser partícipe activa de un hermoso e inesperado encuentro de varios días en el Valle del Jerte. Una bella propuesta abierta a la participación y a la construcción colectiva, que involucró talleres, caminatas, conversaciones, músicas, comensalidad y aprendizajes colectivos, a caballo entre dos preciosos pueblitos de montaña, el Torno y Casas del Castañar, ambos situados en la región del Alto Extremadura.
De la mano de sus entrañables organizadores, la cooperativa local EcoJerte y el super cooperativo LA OSA de Madrid, aquellos que acudimos a la llamada de esta convocatoria tan insólita como necesaria, pudimos adentrarnos mágicamente durante varios días, en una bella y alegre sinfonía de conversaciones apasionadas, hermosos paisajes humanos y naturales, agitados debates, y ricos aprendizajes fruto del conocimiento colectivo, con el escenario de fondo de las espectaculares y coloridas terrazas del Valle, que se desplegaban poéticamente ante nosotros.
La propuesta era encontrarnos, conocernos con algunos, reconectarnos con otros, conversar e intercambiar reflexiones y proyecciones sobre ruralidad viva, alimentación sostenible, agroecología y territorios, compartiendo nuestras miradas diversas, nuestras experiencias y sentires.
Desde mi vivencia personal, el encuentro fue mucho más allá de esta premisa, en todos los sentidos imaginados. En lo personal, y para empezar, me permitió aproximarme a una maravillosa eco-región que desconocía. Y en ese escenario inspirador, me tope con la alegre y comprometida tropa de socios y socias de LA OSA – supermercado cooperativo de Madrid – un hermoso proyecto de economía social con foco en la alimentación saludable de proximidad, que sigue creciendo y creciendo… gracias al empuje y quehacer de sus socios y socias. Charlando con unos y otros… pude entender y valorar lo importante que es el compromiso apasionado y activo de estas personas por construir y ser parte de un modelo diferente de producción y consumo que ponga en el centro a las personas, y privilegie la salud socio-ambiental, es decir, nuestra propia salud y la de nuestros territorios.
Irene, Jesus, Montse, Olga, Vanesa, Monica, Tomas, Pauline….fue una dicha conocer a estas y otras personas alegremente rebeldes, inquietas, comprometidas, curiosas, inspiradoras…Con el ejemplo vivo de su accionar y su pensar, termine de convencerme de que quiero vincularme más con la Osa, un proyecto supermercadista local que se rebela frente a la concentración de los sistemas agroalimentarios hegemónicos, construyendo alegremente y paso a paso, un proyecto de economía social y solidaria de fuerte compromiso con la salud de los agroecosistemas y los alimentos de proximidad. Una propuesta, que además, imanta a personas tan necesarias, en una sociedad abocada paulatinamente a una crisis civilizatoria cada vez más profunda.
A lo largo de aquellos intensos días de encuentro, participamos en acalorados debates sobre descontento rural, con el vivo testimonio de sus protagonistas, representantes de organizaciones rurales y sindicatos locales y regionales, quienes nos compartieron sus visiones y acciones, alentándonos a sumarnos a su accionar para la transformación de la desigualdad en el medio rural.
También me fascinó descubrir que en España aún persisten vivos modelos de gestión comunitaria y vecinal del agua como bien común (y no como mercancía especulativa). Dos talentosas mujeres, Iria y Elena, recuperaron, con su fiel testimonio fílmico y su gran trabajo dinamizador-comunitario, este patrimonio cultural y autogestivo que permanece vivo a través de la mirada de ambas y del quehacer incansable de las comunidades rurales de regantes del Valle.
Además, pudimos acercarnos (con nuestra curiosidad y nuestras manos) a la memoria biocultural del Valle, tramando con laboriosa paciencia (y evidente torpeza, en mi caso), fibra de mimbre para elaborar canastos y otras creaciones; o bien ensayando la elaboración de “gloria” (el licor evocador con base en esa marmita artesanal que engulle y estaciona tan mágicos ingredientes). Otros afortunados participantes se calzaron intrepidamente la indumentaria apícola, y caminaron al monte para conocer de primera mano, las colmenas de abejas y el proceso de elaboración de la miel silvestre. Otros tuvimos el privilegio de conocer a Marta, una cálida y hospitalaria vecina, quien nos condujo por los senderos de la memoria reciente de el Torno, invitándonos a su hogar de infancia. Allí casi pudimos sentir, a través de su conmovedor testimonio, como era vivir en la Extremadura rural de hace apenas unas décadas..
Y qué decir del festival de risas y músicas, con la divertida e irreverente jam participativa de ecopoesia, y los bailes participativos de jota extremeña…Un alegre festín de convivencialidad.
Hoy siento que fueron cuatro días de alegría, caminatas, charlas, aprendizajes y debates para la acción y el senti-pensamiento colectivo. Un pequeño oasis rural de personas, paisajes, aprendizajes y emociones, breve pero intenso paréntesis en el medio de nuestras rutinas y cotidianidades… Me parece que nos devolvió a todos (o al menos, a mi), algo transformados, más alentados e inquietos, más alegres y comprometidos para sumar, de manera individual y sobre todo, colectiva, a un cambio de modelo económico y alimentario, apostando por la ruralidad viva de nuestros pueblos y por la economía social y solidaria en nuestras vidas y territorios.
Gracias de corazón a los organizadores (Pauline, Angel, Guillem), a los impulsores, colaboradores y a todos los que participaron, de un modo u otro, y lo hicieron posible.
Brindemos porque podamos volver a encontrarnos, ya sea en la Osa, o en nuestros territorios rurales; o bien adonde nos vuelva a juntar la apuesta colectiva (y festiva) por un modelo de economía, sociedad y alimentación más justa, solidaria y equitativa.
Marta Sánchez Miñarro